domingo, 17 de septiembre de 2017

Paralelos. Sandra Avila


La verdad es que Juan y yo somos como hermanos, ya no hay amor entre nosotros. Pero no puedo dejarlo. Todas las mañanas pienso: hoy será diferente, y es que hemos entrado en una monotonía que no hay nada que modifique esta relación. Estimulados por un canal codificado del cable en el que estamos enganchados alguna que otra vez tenemos sexo, somos dos seres primates convertidos en bestias con la única finalidad de saciar una de las funciones primarias, otras veces desbordados por el apego nos abrazamos, nos dormimos. 

Juan no aparece; es como si la tierra se lo hubiese tragado, está prófugo. La policía lo está buscando hasta debajo de las piedras, lo quieren vivo, le cabe unos cuantos años en el penal.
Intento rearmar cronológicamente la escena en mi cabeza de lo que fue el antes y el después, es un rompecabezas difícil de ejecutar. De lo que no me caben dudas es que aquella mañana fui al cajero, retiré los únicos  $400 que servirían para subsistir un tiempo más, precisamente un día más. Juan tenía planeado reunirse con sus amigos a la noche. Fue por eso que empezó la discusión. Yo había guardado la plata en el bolsillo de mi jeans. Sin éxito intentó robarme  lo que no quise darle por las buenas. Yo tengo más fuerza que él. Nosotros siempre batallábamos por plata y yo quería ir al híper a comprar un par de víveres que estaba necesitando. Y él quería ir a comprar cervezas y enfureció.
Andrea mi hermana me contó que fueron los vecinos quienes llamaron a la ambulancia pero todos sabemos que acá las ambulancias no entran ni por asomo, así que como bolsa de papa me cargaron en el Falcón directo al hospital Paroissien con la cara desfigurada, media desmayada y media drogada. De no ser por lo que ellos relatan de lo sucedido es poco lo que puedo recordar.
Estaba fuera de sí, me atacó en el piso; eso ya no es amor, Sandra, pensé. La psicóloga de la salita me está ayudando a superar esta confusa etapa. No hay nada más que poco buenos tratos, será que somos dos enfermos en un enlace tóxico.
Desperté en un cuarto de hospital. El Dr. Butti me interrogó y escribió un par de anotaciones en una planilla, “perdiste un embarazo de dieciséis semanas”, me dijo y antes de que me diera la noticia observé la expresión en su cara. Corrió un frío por todo mi cuerpo, me invadió una angustia. Nunca me di cuenta de que estaba embarazada porque mi periodo era tan perfecto como un eclipse de primavera.
Andrea me cuestiona, me pregunta sobre ese martes, sobre aquella  tarde en que dejé mi casa por enésima vez para irme a lo de mamá. Que Juan y yo discutimos no es ninguna novedad, y esa era una pelea más como otras tantas; que en definitiva no eran más que eso, discusiones, gritos y portazos.
Intento una vez más rearmar lo sucedido: llegué a la casa de mi mamá; entré directo acostarme; ingerí un par de Doxilaminas que tenía en mi mochila; ocasionalmente usaba esa droga para no escuchar a nadie, era perderme y entrar en otra sincronización, era como poner a todos en mudo y al mismo tiempo en pausa y escapar... aunque sea por un par de horas.
Entré en un sueño tan profundo que cuando desperté sentí un leve golpe de puño en mi cara, ya en el suelo Juan me voló los dientes de una trompada, entre patadas y golpes estaba remisa, sentí el gusto metálico en mi boca, al instante me vi regada en un mar de  sangre, me asusté. No pude reaccionar ni defenderme, el efecto de los estupefacientes me dejaron en un estado de total vulnerabilidad. Ahora pienso, reflexiono sobre lo ocurrido, en otra circunstancia hubiese intentado atacarlo, defenderme lo contrario: correr como otras veces.La noche que discutí con Juan me fui enojada, harta de todo. Me fui con lo puesto, sabiendo que volvería a buscar ropa, volvería porque esa era mi casa. Juan era un buen espécimen pero el alcohol le está devorando esa esencia que lo convertía en un ser especial.


ENTREVISTA A SANDRA ÁVILA POR TAMARA CABRAL

Fotografía de Mechy Dinardo ¿Desde qué año eres escritor? Escribo desde muy pequeña, ya en las tareas escolares intentaba mis primeras prosa...